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¿Gestión de derechos o gestión de dinero?
Un debate pare identificar los que priman los derechos por encima del dinero y los que no.
Por Marc Gauvin (c) 13/9/2014
Reproducción expresamente otorgada siempre que se cite la autoría y se provee el enlace.
Creo que tenemos un problema de base entre las leyes basadas en derechos fundamentales con lógica independiente de cualquier cumplimiento práctico de estas, y las leyes cuyo fin es únicamente hacer cumplir estos derechos anteriores.
Los derechos de autor fundamentales son los que no se pueden vulnerar porque representan unas herramientas que empodera al individuo ante la sociedad, a perder estas nos acercamos a una sociedad totalitaria. Pero también los que se dedican a hacer cumplir estos derechos quieren ser los únicos que lo hagan con servicio añadido determinado por la “realidad” económica.
Las leyes que sirven para hacer cumplir los derechos fundamentales son totalmente basados en la coacción económica y el problema es que inciden sobre las fundamentales. Por ejemplo la ley que hace obligatorio el cobro de derechos que a su vez, y de nuevo por razones puramente "prácticos" y la ley que dice que ciertas entidades pueden cobrar los derechos de todos teniendo o no la autorización explícita. Claramente, estos últimos vulneran los derechos de aquellas personas que desean que su obra sea de dominio público por ejemplo o simplemente quieren fiarse del público. Además, la idea de que hay que cobrar tarifas concretas dentro de licencias blancas también erosionan los derechos fundamentales ya que quitan todo un abanico de opciones y estrategias para establecer una relación con el público a mediano o largo plazo.
Por lo tanto, parece que la única manera para solventar este problema es por la vía digital aportando la máxima flexibilidad, independencia y autonomía para que cada agente compita en el mercado de contenido, reduciendo al máximo las barreras económicas y logísticas para todos y evitando que haya dependencias potencialmente oportunistas y abusivas. Ya tenemos el estándar tecnológico que avala tal gestión y la tecnología para implementarla.
En este sentido, quiero abrir el debate sobre cambiar completamente el modelo de negocio de la gestión de derechos y no solo la de autor sino los derechos de datos personales también. Es decir, cambiar de una plataforma de gestión del dinero de algunos derecho habientes a una plataforma de gestión de la expresión de los derechos de toda persona a la cual, y de forma optativa y competitiva, se puede facturar aparte tanto servicios de gestión dineraria como de asesoramiento legal según se necesita.
Es decir un modelo de negocios como se dijo en el DMP y en MPEG, los derechos y la protección de datos personales y la gestión del uso de estos además de las obras creativas y intelectuales, que sin duda son datos "privados" (hasta que sus dueños deciden hacerlos públicos), para usos tanto digitales como analógicos, debe ser gestionado por una plataforma digital como un servicio pública similar al servicio de correos, con precio unitario (cada obra o conjunto de datos) y en el orden del coste de un sello de correos. Es más, y como en el caso del servicio de correos el coste de tal gestión debe ser totalmente independiente del negocio de los usuarios del servicio, es decir debe ser en base al coste real del servicio y jamás sobre un porcentaje del negocio.
Esta propuesta ya es evidente, por lo que sirve perfectamente para identificar los que priman los derechos por encima del dinero y los que no. Ya no es cuestión de vulnerar los derechos como estrategia de escoger la opción menos mal de las "económicamente realistas", ya que esta falacia solo nos han llevado a un mayor y creciente perdida de nuestras libertades y derechos. Y por otro lado la revolución del dinero ya no es una quimera de unos iluminados sino es una tendencia creciente y pone en cuestión todas las habituales creencias de “realismo económico”.
Estudia la verdadera ciencia del dinero aquí y ayuda a crear un futuro en el cual nuestros hijos puedan enorgullecerse de nosotros en lugar de avergonzarse.